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Preludio de un final

«Se trataba de una edición rústica de la editorial Gredos, de mi admirada novela «Las desventuras del joven Werther». No era una impresión cualquiera, era un libro intonso de los que no han sido guillotinados y tienen sus páginas unidas por las dobleces».


(Relato completo)



La biblioteca de mi padre permaneció intacta durante décadas.

      

De sus tres vástagos tan solo yo amaba la lectura. No había mantenido ningún contacto con mi familia desde hacía más de quince años. Mi hermano Jaime me informó de que iban a vender el piso situado en los aledaños de la plaza de Santa Engracia. Pensé durante mucho tiempo si era oportuno regresar a aquella vivienda. La curiosidad por conocer qué volúmenes había custodiado mi progenitor con tanto recelo, venció a mi poco interés por reencontrarme con una familia a la que nunca sentí pertenecer.


       De niño fui un estudiante aplicado, amaba los libros y me refugiaba en los lugares más insospechados para disfrutar de la lectura. El despacho de nuestra casa era de estilo inglés, con acabados de madera de roble, donde se amontonaban centenares de libros a los que nunca me permitían acercarme. Mi padre era un renombrado abogado y en aquellos anaqueles los tomos jurídicos acaparaban casi todo el espacio. En las estanterías superiores estaban almacenadas novelas, de las que leía los títulos cuando a escondidas visitaba aquel sitio. Pero nunca pude leer un solo ejemplar.


       Al cumplir los siete años me enviaron a Burgos a un internado. Mis hermanos, mucho mayores que yo, no corrieron la misma suerte. Creo que a causa de aquella distancia que mis padres me impusieron, se rompieron mis lazos afectivos. En el colegio en el que me sentí siempre injustamente recluido, los libros se convirtieron en mis mejores amigos. De aquel pensionado pasé a la universidad y el día que me gradué en Filosofía, recibí un pequeño paquete postal. Se trataba de una novela de Wolfgang van Goethe, «Las desventuras del joven Werther».


       Conocía bien dicha obra, admiraba las vicisitudes del héroe romántico que protagonizaba una historia con un final dramático. En los años posteriores a la publicación de la novela epistolar, se produjo un fenómeno mimético: los hombres en Europa vistieron ropas iguales a las que utilizaba el desafortunado personaje, un artista de gran sensibilidad, que se suicidaría al no poder estar junto a Lotte, la mujer que adoraba. Surgió entonces entre los lectores de la obra el fatídico “efecto Werther”, se contabilizaron más de 40 suicidios que emulaban la suerte del protagonista.


       Me cuestioné durante mucho tiempo el porqué alguien me enviaba dicha novela, que releí varias veces. Como se trataba de una edición de bolsillo me permitía llevarlo a todas partes. Aquel libro se convirtió en un compañero inseparable de aquella etapa de mi vida en que dejé de ser un estudiante para buscar mi primer empleo. Hasta que debí extraviarlo en una estación de metro o en algún despacho y por un tiempo olvidé a Goethe.


       Toqué el timbre y me abrió la puerta una mujer que dijo llamarse Sofía, era de la agencia inmobiliaria que iba a encargarse de vender el piso. Aquello me facilitaba las cosas, no tenía que encontrarme con mis hermanos. Entré en la casa y me la descubrí completamente vacía, excepto por la biblioteca que seguía exactamente igual a como yo la recordaba.


   —Su padre le legó todos los libros y pidió que nadie más que usted los tocara —dijo contemplando a aquel hombre de unos veinticinco años—. Le he dejado suficientes cajas para que pueda trasladarlos.


       —Muchas gracias, Sofía. No voy a llevarme los tomos de derecho, pero sí las novelas.


       La mujer me dejó a solas en aquella oscura habitación. Subí la escalera de madera para acceder al último anaquel. Revisé con cuidado todos los libros y los fui metiendo en las cajas de cartón. Al llegar al tercer estante y vaciarlo descubrí un tomo escondido en la parte posterior. Se trataba de una edición rústica de la editorial Gredos, de mi admirada novela «Las desventuras del joven Werther». No era una impresión cualquiera, era un libro intonso de los que no han sido guillotinados y tienen sus páginas unidas por las dobleces.


       Sentí que ese volumen llevaba toda mi vida esperándome y el corazón me empezó a latir con fuerza. Quise mirar entre las dos primeras páginas y al abrirlas un poco vi que dentro estaba escondida una carta manuscrita. Curioseé el resto del texto y fui encontrando cuartillas de papel escritas con dos caligrafías distintas.


       Cerré el libro consciente de que este contenía un secreto celosamente guardado. Empaqueté los demás ejemplares y precinté las cajas apuntando mi dirección actual para que me las enviasen. Salí de allí con la novela de Goethe en mis manos aún algo temblorosas y con la mente confundida. Me dirigí a casa y al llegar me senté en mi estudio. Aferré un abrecartas y separé las dos primeras páginas y extraje la misiva que tenía mi nombre escrito.

 

       Sé que encontrarás este libro y que las cartas que esconde te desvelaran más sobre ti mismo de lo que nunca podría haberte explicado yo.


       Hace años fui un soñador, enamorado de una mujer muy joven mientras estaba casado y tenía dos hijos pequeños. Tu verdadera madre se llamaba Natalia y fuiste el fruto de nuestro amor prohibido. Mantuvimos correspondencia durante un año, dichas cartas están escondidas entre los pliegues de esta novela. Tu madre sufrió una fuerte depresión tras dar a luz y enfermó a tal punto, que al no poder estar a mi lado, decidió quitarse la vida: ingirió durante semanas flores de adelfa y murió entre mis brazos. Mi esposa aceptó cuidarte con la condición de mandarte a un internado. Jamás he sido el padre que debí ser, te ruego que me perdones todo el daño que te he causado.


       Leí aquellas cartas detenidamente y comprendí que los dos se amaron con pasión. Se querían en la distancia, en los vacíos y en el gris de los renglones hasta el triste desenlace. De mis ojos brotaban lágrimas de mercurio, de esas que pesan en lo más profundo del alma.


       En las últimas páginas de aquel curioso ejemplar descubrí unas adelfas secas como las que trazaron mi destino.

Relato “Preludio de un final” de Artha Moreton.

Publicado en la Antología: Detrás de los libros. Editorial Chocolate. ©2023

 
 
 

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©2025 ArthaMoreton

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